En 2002 se estrenó en Corea del Sur, país natal de Park Chan-wook una película clave para la cinematografía de aquel país: Sympathy for Mr. Vengeance (Boksuneun naui geot), un thriller lleno de violencia y tensión, pero que no sería “solo una película”, sino el disparador de una trilogía que no mantiene relación argumental, pero si de eje: las tres giran alrededor de la venganza como disparador de emociones y acciones. Su segunda entrega, la más célebre, fue Oldboy: Cinco Días para Vengarse (Oldeuboi, 2003), que quedó en la historia por tener no solo algunas de las escenas más explícitas de violencia en el cine contemporaneo, sino también por su terrible twist final que le provocaría sueños húmedos a M. Night Shyamalan si no fuera tan moralista. La “saga” se cerró conSympathy for Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005) y luego la cinematografía de Chan-wook estuvo un poco detenida. Realizó Sed de Sangre (Bakjwi, 2009) y ese fue su último largo, hasta la reciente Lazos Perversos (Stoker, 2013), el debut del director en Hollywood.
Pero por esta vez no vamos a mirar lo nuevo, sino que vamos a detenernos en aquellas tres películas que hicieron que el cine de Park Chan-wook rompiera las fronteras y, también, muchas cabezas, literal y metafóricamente. Como debe ser, vamos a empezar desde el principio, y eso sería…
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